Por: Yina Mateus
Tiempo de lectura: 5 minutos
Cuando la vida cambia, algo dentro de ti también se mueve.
Y cuando el cambio viene del amor —o del desamor— duele diferente.
Duele hondo.
Duele en el cuerpo.
Duele en esos lugares donde tú te fuiste abandonando sin darte cuenta.
El cambio es antiguo.
No pide permiso.
No consulta disponibilidad emocional.
Simplemente llega…
y abre una grieta.
Una grieta que revela aquello que no queríamos mirar.
Aunque sabemos que nada en la vida es estático, el corazón busca estabilidad.
Busca un lugar donde quedarse, aunque ya no sea seguro.
Busca lo conocido, aunque lo conocido duela.
Busca la promesa silenciosa:
“Si doy suficiente, si amo suficiente, quizás esta vez sí me escoja, quizás esta vez se de cuenta lo mucho que valgo.”
Y ahí nace la resistencia. Ahí nace el deseo inconsciente de luchar.
La lucha entre lo que tu alma sabe… y lo que tu cuerpo teme soltar.
Ese espacio donde te preguntas en silencio cómo soltar una relación sin romperte más.
La incomodidad de soltar una relación: cuando tu cuerpo teme dejar ir
No estás rota por sentir esto.
No estás equivocada por seguir esperando.
No estás débil por no querer irte.
Tu cuerpo solo intenta protegerte.
Porque soltar una relación no es dejar ir a una persona.
Es dejar ir versiones de ti:
las que creías necesarias para sentirte amada,
las que tienen miedo a la soledad,
las que se sostenían en la fantasía de “esta vez sí”.
Por eso aparecen:
-
insomnio
-
pensamientos en bucle
-
ansiedad en el pecho (esa temblorosa pregunta de cómo sanar un corazón roto)
-
irritabilidad sin explicación
-
la sensación de moverte demasiado rápido por dentro
-
un vacío en el estómago que no se llena
- una tristeza y llanto que a veces aparecen sin razón y sientes que te atraviésan
El cuerpo habla cuando la mente todavía intenta negociar.
Cada mujer atraviesa este cambio desde un lugar distinto
A veces eres la mujer que se perdió tratando de ser suficiente…
Te miras al espejo y no reconoces quién quedó ahí.
Te preguntas:
“¿Dónde estoy yo en todo esto? ¿En qué momento dejé de escucharme?”
Has leído, has reflexionado, has crecido…
pero este momento no te pide más teoría.
Te pide bajar al cuerpo.
Te pide mirar de frente cómo dejar de perderte en una relación.
Te pide reconocer que parte de esta despedida también es un regreso.
Y a veces eres la mujer que amó donde no fue recibida
Esta parte es vulnerable, así que te hablo desde mi verdad:
Yo estuve ahí.
Amé donde no había espacio.
Confundí intensidad con reciprocidad.
Ignoré señales evidentes porque me aferraba al mínimo gesto de esperanza.
Estuve con hombres emocionalmente no disponibles…
porque yo tampoco estaba disponible para mí.
No sabía escucharlo:
ese latido acelerado que pedía irme,
ese nudo en el pecho que decía “aquí no”,
esa intuición que me preguntaba si realmente sabía cómo dejar de aferrarme a alguien.
Me abandoné tantas veces esperando ser elegida…
que un día entendí la herida real:
No era él quien no podía darme seguridad.
Era yo quien no sabía dármela a mí misma.
Y ese fue mi inicio de Volver a mí.
Porque cuando regresé al cuerpo,
cuando dejé de mendigar afecto,
cuando entendí cómo soltar desde el amor propio,
algo en mí renació.
Nunca más me fui.
Y tú tampoco tienes que seguir haciéndolo.
Señales del cuerpo cuando necesitas soltar una relación: ansiedad, insomnio y ese nudo en el pecho
Cuando el cortisol sube,
cuando despiertas pensando en él,
cuando tu día se siente gris,
cuando buscas en tu teléfono un mensaje suyo,
cuando revisas de nuevo si está en línea,
cuando tu corazón late demasiado rápido…
no estás fallando.
Estás sosteniendo un duelo.
Estás luchando con la verdad.
Estás intentando entender cómo dejar ir a alguien que amo, aun cuando una parte de ti quiere quedarse.
La resistencia no es mala.
Es tu alma diciendo:
“Vuelve a mí. Estoy aquí.”
Después de una ruptura amorosa: el renacimiento que comienza cuando vuelves a ti
Una ruptura es un quiebre.
Pero también es un portal.
Un portal hacia claridad.
Hacia límites.
Hacia un tipo de amor que no te pida achicarte.
Hacia la posibilidad de recuperar tu brillo, tu voz y tu centro.
No es el final.
Es una transición.
Y las transiciones no se analizan.
Se sienten.
Se acompañan.
Se atraviesan desde el cuerpo.
Por eso quiero regalarte un ritual.
Uno que te guíe suavemente cuando te preguntas cómo volver a mí después de una relación.
Uno que acompañe tu duelo y tu renacimiento.
Ritual para soltar una relación desde el cuero: lo que se va y lo que nace de ti
Este ritual no busca que “superes” nada.
Busca devolverte a ti.
Busca que tu cuerpo deje de pelear con tu corazón.
Busca darte un espacio seguro para descubrir cómo sanar una ruptura amorosa como mujer.
Antes de comenzar
Elige un espacio íntimo.
Una vela.
Una manta.
Una bebida tibia.
Este es tu pequeño altar.
No necesitas hacerlo perfecto.
Solo necesitas estar presente.
1. Aterriza tu cuerpo
Siéntate con la espalda sostenida.
Coloca una mano en el pecho y otra en tu vientre.
Pregúntate:
“¿Dónde siento esta despedida en mi cuerpo?”
Garganta, pecho, espalda, estómago.
No interpretes.
Solo escucha.
Ahí está la herida.
Ahí empieza la sanación.
2. Nómbralo sin juicio
Escribe:
– ¿Qué me duele soltar de esta relación?
– ¿Qué parte de mí se abandonó aquí?
– ¿Qué sabía desde el inicio… y no quise ver?
– ¿Qué necesito que nunca más vuelva a pasarme?
Nombrar libera.
Lo innombrado se enquista.
3. Lo que se va (honrar el duelo)
En otra hoja escribe:
– ¿Qué versión de mí se queda en esta relación?
– ¿Qué expectativa, ilusión o rol necesita despedida?
Dóblalo suavemente.
Es una despedida, no un castigo.
4. Lo que nace (aunque aún no tenga forma)
Escribe:
– ¿Qué deseo para mí ahora?
– ¿Qué amor quiero cultivar conmigo?
– ¿Qué límites necesito para no volver a irme de mí?
No necesitas certeza.
Solo honestidad.
5. Acto de liberación
Toma la hoja de “lo que se va”.
Quémala, rómpela o déjala bajo el agua.
Mientras lo haces, repite:
“Gracias por lo que fui.
Me elijo a mí.”
6. Caminar para integrar
Camina 5–10 minutos.
No como ejercicio:
como mensaje al cuerpo.
“El peligro terminó.
Podemos avanzar.”
7. Cerrar regresando a ti
Manos sobre el corazón.
Respira.
Escucha tu pulso.
Repite:
“Estoy aquí.
Estoy volviendo a mí.
No me dejo sola.”
A veces, esa pequeña calma ya es un renacimiento.
Si estás en un proceso de soltar, de cerrar un ciclo o de volver a ti, quiero acompañarte más cerquita.
Únete a Cartas desde mi Tierra Interior, mi espacio íntimo donde te envío cartas para ayudarte a no volver a abandonarte.
Cartas que sostienen.
Que acompañan.
Que te regresan a ti.


